La banalitat del mal i creació de personatges I

Treballem amb  alguns dels conceptes introduïts per Daniela en sessions anteriors.

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Apareix un nou concepte: La banalitat del mal.

Ens adreça a Hannah Arendt

Hannah Arendt i la banalitat del mal

HANNAH ARENDT: UNA FILOSOFIA MORAL POLITICA


Mal radical, mal banal

“Una corriente evaluadora del pensamiento de Arendt asume que la pensadora fue evolucionando desde una posición en la que dedicó su atención al análisis del mal absoluto o radical de la modernidad –el terror totalitario- para ir después descubriendo otra suerte de mal, el banal, el rutinario, ignorante e irresponsable, vinculado a él, pero distinto. Este último sería la más refinada manifestación de la barbarie moderna . No es ése el caso. En la obra de Arendt no hay migración de una a otra posición. Tampoco hay conexión íntima, contra toda apariencia, de la noción kantiana de ‘mal radical’ con la arendtiana de igual nombre, cosa que puede entenderse cuando recordamos que a Hannah Arendt no le interesaba la filosofía política y moral de Kant.

Aunque sus tesis sobre la banalidad del mal político totalitario no vieron la luz hasta la publicación de sus artículos periodísticos en el New Yorker sobre el juicio del genocida Adolf Eichmann en Israel, toda la argumentación sobre la aplicación rutinaria y anónima del mal en los regímenes despóticos modernos se halla ya en Los orígenes. Estamos pues ante una concepción unitaria y simultánea del mal que, según Arendt, posee dos dimensiones, la del mal radical y la del banal. Éste último es la expresión cotidiana, funcionaril, mecánica –la aplicación racionalizada y burocrática de lo irracional- que mana directamente de una maldad radical. Entre ambos hay, a lo sumo, un cambio de acento.

Lo esencial en todo esto para lo que intento expresar es que hay en Arendt una reinstauración del mal en el núcleo del pensamiento moral y político. El creciente descrédito del pecado durante los tiempos modernos constituye la raíz de la desaparición del mal y de la maldad del discurso moral filosófico. (Nunca, naturalmente, del meramente ideológico, en el que la identificación y demonización del enemigo es esencial para su existencia.) No es éste el lugar para describir las harto conocidas causas de la muerte de Satán en el pensamiento laico occidental, con ramificaciones hoy, en el religioso, puesto que hasta las mismísimas iglesias se encuentran incómodas ante Belzebú y demás espíritus malignos, otrora tan prominentes en su mitología. Por su parte, en el mundo de la ciencia hay aún menos lugar para el demonio que para los dioses. Restaurar el mal –radical, banal o de otra índole- en la esfera del discurso filosófico moral sin caer en el oscurantismo ni en la fe sobrenatural tenía que ser por fuerza una proeza intelectual. La que llevó a cabo Hannah Arendt.

Esta se consolida, en su caso, mediante la eliminación paradójica de toda maldad por parte del sujeto. La insistencia de los magistrados que juzgaban a Eichmann en considerarlo culpable, es decir, responsable según su conciencia, según la tradición más acrisolada de la jurisprudencia occidental, era el mayor yerro de todo el proceso, según Arendt. El hecho esencial era que Eichmann no pensaba. Cumplía. Al igual que, más tarde, cumplirían los torturadores que en la Argentina u otros países víctimas de dictaduras, alegaban ‘obediencia debida’ para cometer sus tropelías. El funcionario de la muerte Adolf Eichmann, era un probo ejecutor. La producción industrial de la muerte y la racionalización (en el sentido de productividad maximizada) de la desolación y la inhumanidad eran también lo que banalizaba el mal. Eichmann era sin duda un ser abyecto y un pobre hombre, bastante inteligente para ciertas cosas, y no muy brillante para otras, salvo en su minuciosidad destructiva y metódica, pero no era el monstruo de maldad que los jueces imaginaban. El argumento ha sido repetido demasiadas veces y más elocuentemente (sobre todo por la propia Arendt) para merecer mayor desarrollo aquí. Lo que interesa es evocar el hecho de la entrada del mal –en sus dos dimensiones, la radical y la banalizada, moderna- en la teoría política.

Si bien ese paso entraña, como señalo, un replantemiento de la filosofía política contemporánea, transformándola en filosofía política moral (o moral política), el gran avance esconde una dificultad difícil de soslayar. Como categoría que se preste a una argumentación rigurosa en teoría política, la del mal, con todo y con ser necesaria en principio, es huidiza. Invita a que los pensadores de la política, la libertad y la responsabilidad (o de las tres cosas a la vez, pues suelen ir juntas) sigan esquivando su uso.

Mas una cosa es que no estemos aún en condiciones de elaborar una noción teórica y argumentativamente viable del mal, y otra, que podamos prescindir de esa noción. La teoría social ha logrado habérselas con nociones que nadie hubiera pensado capaces de entrar convincentemente en ella, y que son hoy esenciales. Pienso en el concepto de ‘carisma’, entre otros, que ocupa ya el lugar que le corresponde, y no sólo en el análisis de las creencias religiosas y los movimientos religiosos, sino también en los políticos. De éste último campo, el del carisma político, se ha extendido hoy a la sociología de la cultura y de la comunicación. En él sus varias ramificaciones –la fama, la popularidad, el aura de la celebridad y el atractivo publicitario manufacturado- son ya hasta material en peligro de trivialización.

La cuestión filosóficopolítica del mal es hoy una cuestión abierta, que de no resolverse podria convertirse en una quaestio disputata endémica. Una cuestión no resuelta o irresoluble, que obligaría a la teoría política a seguir su triste camino utilitarista –el militante antiiutilitarismo de Hannah Arendt habría resultado inútil- sin poder explicar la vida de los hombres en términos trágicos de responsabilidad, racionalidad y libertad. Si bien sabemos, por un lado, que la maldad –radical y banal- debería ser componente de una teoría moral de la política, por otra sabemos también que son nociones aún prácticamente intratables, incómodas como mínimo. Y a la vez, desde esa perspectiva –que es forzosamente laica y racional- imprescindibles. No podemos confinar el mal a los pronunciamientos de los ideólogos y los demagogos, sean éstos guías iluminados de sectas fanáticas y terroristas o presidentes de gobiernos democráticos e imperiales, dispuestos a la devastar el mundo en nombre del Todopoderoso y en contra de Satán. La situación no es halagüeña, ni en el mundo real, por así decirlo, ni en el de producción teórica de la moral política.”

 Text de Salvador Giner extret de http://www.alcoberro.info/

Treball final de Història del Pensament Contemporani, GAM1, Escola Universitària ERAM.
Idea Original, Direcció, Edició i Realització per Júlia Ferrer Soler, Pau Horta Lladó, Raquel Isern, Mar Bertran i Joel Torrecabota.

Recordem el vídeo visualitzat en una sessió anterior

Dibuixem els personatges del vídeo imaginant i creant la seva possible identitat.

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